Con la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz damos comienzo un nuevo curso en la Hermandad. En él seguimos caminando, peregrinando en esperanza, atendiendo las necesidades de nuestros hermanos más desfavorecidos. Un año más, centramos nuestra primera acción en la ayuda para la compra de material escolar a los alumnos más necesitados del Centro Ángela Guerrero, regido por las Hermanas de la Cruz en la vecina calle de Doña María Coronel.
Agradeceros vuestra colaboración, sin la cual no sería posible esta ayuda que permite acceder a un derecho natural, inalienable y fundamental del ser humano, como es la educación y la cultura. También agradecemos al Instituto su presencia durante ciento cincuenta años en nuestra ciudad: cuánto bien realizado, sin que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha.
Un curso que nuestra juventud ha iniciado acudiendo al Jubileo convocado por el Papa en Roma, donde —en palabras de nuestro Arzobispo— fueron “a ser transformados para volver luego a la Hermandad como misioneros del amor de Dios, no pudiendo callar lo que han visto y oído”.
Como cada año, nos encomendamos al Santísimo Cristo de la Exaltación en la Función que celebramos en su honor en la festividad litúrgica. Tenemos que ser conscientes de la importancia de ese día: de las Lecturas que la Iglesia nos propone, donde Jesús, en ese diálogo con Nicodemo, ya profetiza que será elevado sobre la tierra (San Juan 3, 13-17); o de ese himno cristológico de San Pablo a los Filipenses, en el que Cristo se despoja de su condición divina para asumir la humana y aceptar una muerte de Cruz, por la que es EXALTADO para Gloria de Dios Padre (Filipenses 2, 6-11).
En la representación de nuestro Misterio —joya del arte merecedora del mejor de los museos— ya hay ese adelanto que nos marcan estos textos: el sayón clava su rodilla en tierra, el soldado romano se apea del caballo que representa en Roma el poder, porque “al nombre de Jesús toda rodilla se dobla y toda lengua proclama que es el Señor”.
La Cruz es nuestra seña de identidad, de pertenencia a Cristo y a su Iglesia. Nuestro orgullo es exaltarla, mostrar a los demás —sin temores ni mojigaterías— que es instrumento de salvación. Ni las bombas en Gaza pudieron derribarla del Templo de la Sagrada Familia, tan querido por el Papa Francisco. Por eso dirigimos nuestra mirada a ella y a ese Cristo de mirada dulce y misericordiosa que nos atrae para que seamos seguidores suyos, fieles a su Palabra.
Como ya sabréis, el próximo día diecinueve de septiembre habrá una donación de sangre en nuestra sede. Podéis acudir a este gesto de solidaridad en vísperas del Día Mundial del Donante de Médula Ósea. Puede ser el momento de engrosar esa lista que salva vidas y a cuyo patronazgo de la Stma. Virgen de las Lágrimas encomendamos.
Un curso en el que se celebrará el Cabildo General Ordinario de Elecciones, que dará paso a una nueva Junta de Gobierno elegida democráticamente por los hermanos y que regirá los destinos de la Hermandad durante los próximos cuatro años.
Un relevo que es señal de buena salud para nuestra institución, con la llegada de nuevos hermanos que vengan a aportar ese plus que se necesita en cada momento: atentos a los signos de los tiempos; plasmado en la devoción a nuestros Titulares; en su formación contrastada; en su actitud de servicio; en la lealtad a su Hermano Mayor y a su Junta de Gobierno; respetuosos con el legado recibido para poder transmitirlo a las generaciones futuras; que supriman el “yo” por el “nosotros”; en definitiva, AMOR por su Hermandad. Recogiendo palabras de nuestro Arzobispo: “aquellos hermanos que tengan más capacidad, más tiempo y más actitud de servicio”.
Nos ponemos en las manos del Santísimo Cristo de la Exaltación y de su Madre de las Lágrimas al inicio de este curso. Que Ellos nos bendigan y protejan.
José García Rufo.
Hermano Mayor.