escudo hermandad exaltacion sevilla

Hermandad de

La EXALTACIÓN

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Hermandad de La EXALTACIÓN

LA IGLESIA DE SANTA CATALINA

Nuestra Hermandad reside en la iglesia de Santa Catalina prácticamente desde su fundación hace más de cuatro siglos. Su historia es la nuestra; tenemos la responsabilidad de conocer, conservar y valorar nuestro hogar pues solo así seremos capaces de conocer, conservar y valorar nuestra hermandad de una manera completa.

Iglesia de Santa Catalina

DEFINICIÓN ARQUITÉCTONICA

La estructura espacial de Santa Catalina corresponde a la tipología de templo parroquial mudéjar sevillano del siglo XIV, si bien en cuanto a estilo ha acabado siendo en la actualidad fruto de la superposición e intervención de las distintas etapas artísticas e históricas. El mudéjar, caracterizado por la conservación de elementos del arte cristiano y el empleo de la ornamentación árabe, es el único estilo arquitectónico nacido y desarrollado de manera exclusiva en los territorios que hoy en día conforman nuestro país.

El modelo del templo surge como transformación de las iglesias góticas construidas en los primeros años de la conquista cristiana. La iglesia de Santa Catalina es de planta rectangular con cabecera poligonal y se articula en tres naves, una central más ancha y alta, y dos naves laterales separadas por pilares cuadrangulares unidos longitudinalmente mediante arcos apuntados de ladrillo visto. El templo se cubre con una hermosa armadura de par y nudillo que se extiende hasta encontrarse con una doble bóveda de crucería sobre el ábside semicircular a dos niveles con el que se remata la cabecera.

RECORRIDO INTERIOR

A la estructura mudéjar del templo de Santa Catalina se fueron adosando una serie de volúmenes correspondientes a otras capillas, mientras interiormente la fábrica de la iglesia se enriquecía con retablos y pinturas. Así, a finales del siglo XVI, en el colateral de la Epístola del presbiterio, la familia Carranza fundó la capilla que le servía de enterramiento. Cerrada mediante una reja fechada en 1603, conserva un retablo de pintura presidido por la Asunción de la Virgen, mientras en los laterales aparecen San Pío V, San Gregorio, Santa Catalina y Santa María Magdalena, obra del siglo XVII, al igual que los azulejos que decoran sus paredes. Actualmente esta capilla es la sacristía del templo.

También al seiscientos corresponde la capilla del Rosario, situada en la nave del evangelio, que ofrece un interesante techo plano con yeserías de cartones recortados y zócalo de azulejos.  La capilla, que sería ocupada en 1741 por la Hermandad del Rosario tras su separación de la Hermandad Sacramental, está presidida por un retablo del primer tercio del XVII, aunque reformado en el siglo posterior. Antes de la construcción de la actual capilla Sacramental en la primera mitad del siglo XVIII fue la capilla del Sagrario del templo. Además, sobre la capilla del Rosario se alzaba una construcción, usada como sala capitular, a la que se accedía por una escalerilla, ubicada en el interior del redondillo.  Esta construcción fue eliminada en la reforma de principios del siglo XX.

Al último cuarto del seiscientos y relacionable con las obras de Fernando de Barahona, corresponde el retablo de Santa Ana con la Virgen, situado en la nave de la epístola, cuyas imágenes pertenecen al XVIII. 

Por su parte, el retablo mayor fue realizado por Diego López Bueno entre 1624 y 1629.

En la misma nave del evangelio junto a la cabecera del templo se levanta la capilla Sacramental, cuyo recinto es uno de los más hermosos testimonios del barroco sevillano. Su arquitecto fue Leonardo de Figueroa, quien trabajó en su construcción en torno a 1721, diseñándolo con planta rectangular. El interior, de pequeñas proporciones, se adorna con profusión de yeserías y pinturas, y se cubre con una linterna octogonal.  Al exterior esta linterna se levanta de forma airosa recubierta con cerámica vidriada policroma; la pequeña escultura de la Fe que remata esta linterna es obra de Miguel Quintero, quien la realizó en 1724. Haz clic aquí para conocer más acerca de la capilla sacramental, propiedad de nuestra Hermandad.

A los pies de la nave se sitúa el retablo de Santa Lucía, compuesta con elementos del primer tercio del siglo XVII.  A la misma fecha corresponden los lienzos que alberga, siendo posterior la imagen de la titular, que presenta una policromía del siglo XVIII. La Imagen procede de la antigua iglesia del mismo título, cerrada en 1868 por la Junta Revolucionaria.

Durante el setecientos se ubicó en el hastial de la nave de la epístola el retablo del Carmen, denominado así tras la colocación, en su única hornacina, de la imagen que le da título, obra de José Gutiérrez Cano en 1867.

En el mismo siglo XVIII, se realizaron dos obras que cambiaron la fisonomía del templo: la remodelación de la capilla mayor, y la edificación en la cabecera de la nave del evangelio de la capilla sacramental. Ambas fueron costeadas por la Hermandad del Santísimo Sacramento y Ánimas del Purgatorio, sirviendo la primera «para en las funciones que se ofrecen, colocar con toda decencia el Santísimo Sacramento».  Iniciada en 1701, no será terminada hasta dos años más tarde, remodelándose el presbiterio por razones litúrgicas, a la vez que se construyó un camarín adornado con yeserías. El encargado de realizar las trazas y dirigir las obras fue el maestro mayor de la Catedral, José Tirado. 

Con motivo de tales obras se alteró el retablo mayor, realizado entre 1624 y 1629 por Diego López Bueno, donde, en lienzos, se narra la vida y martirio de Santa Catalina.  Dicho retablo se completa con las esculturas de San Pedro, San Pablo, San Juan Evangelista y San Sebastián.  Tanto las yeserías del camarín como las piezas incorporadas al retablo, así como los nervios de la bóveda del presbiterio y el nuevo monumento fueron dorados y estofados por José López Chico. Las obras se dieron por terminadas al colocar la nueva escultura de Santa Catalina en el retablo.

LA CAPILLA DE NUESTRA HERMANDAD

Hacia 1400 en la nave de la Epístola y adosada a la torre se construyó la actual capilla de nuestra Hermandad. Siguiendo el modelo de las qubbas musulmanas, la misma se resuelve como un espacio cuadrado, independiente del resto de la iglesia, cubriéndose con una bóveda de paños sobre trompas de estilo mudéjar, ricamente decorada con labores de lacería.

Ya en el setecientos, al ser cedida a la Hermandad de la Exaltación en 1702, se adornó con un zócalo de azulejos fechados a mediados del siglo XVIII, de motivos de puntas de diamantes.

Haz click aquí para conocer más acerca de la historia de la capilla y su adquisición por parte de la Hermandad a principios del siglo XVIII.

EL EXTERIOR DEL TEMPLO

El templo al exterior presenta tres portadas: la principal, situada a los pies de la nave central, comunica con la calle Alhóndiga; la del lado del Evangelio, a la calle Capataz Manuel Santiago y Plaza de los Terceros; y la de la nave de la Epístola a la calle Juan de Mesa.

La fachada principal a los pies de la nave presenta estructuralmente la misma disposición que el interior del templo; un gran imafronte con perfil a dos aguas para la nave central y dos perfiles a un agua para las naves laterales. En el centro se sitúa la portada principal, que procede de la antigua iglesia parroquial de Santa Lucía. La portada, adelantada respecto al muro de la iglesia, es de piedra de sección apuntada, con arquivoltas, decoradas las exteriores con puntas de diamantes y dientes de sierra, las jambas presentan largos baquetones, y en cada enjuta dos guardapolvos superpuestos que portan sendas esculturas. El conjunto se remata con una pequeña con canes, precedente del alero que tan amplia difusión tuvo posteriormente. Sobre la cornisa se dispone un gran rosetón circunscrito por puntas de diamante que aporta luz al interior de la nave central.

 

Entre esta portada y el cancel de acceso existe un espacio intermedio o atrio en cuyo muro lateral izquierdo aparece un arco de herradura apuntado, estando la entrada a la iglesia formada por un arco de herradura polilobulado en el trasdós, enmarcado por un alfiz, todo en ladrillo limpio.

Esta puerta de herradura, ahora interior, era la entrada original al templo, la comunicación con la calle. La colocación de la portada procedente de Santa Lucía en la gran restauración acometida a principios del siglo XX supuso la adición de un nuevo espacio a los pies del templo a modo de “atrio” de acceso, tal y como lo conocemos en la actualidad. Así, los arcos de herradura apuntados inscritos en otros polilobulados que adornaban esa fachada original a modo de ventales, quedaron tapiados en el interior, aunque se pueden percibir con absoluta claridad desde el coro. En la sección longitudinal del edificio se aprecia el evidente desplome de este muro y la labor de contrafuerte que desarrolla el nuevo muro exterior ocupado por la portada ojival.

No obstante no es ésta la única razón que diferencia nuestra visión en el presente del acceso a través del arco de herradura. Debido a la cota actual del suelo del templo el arco ha quedado enterrado perdiendo ante nuestros ojos sus proporciones reales. Los trabajos arqueológicos han descubierto la cota base del mismo –y por tanto de la iglesia siglos atrás- ochenta centímetros por debajo de la existente. Gracias a la solución mediante ventanas de vidrio en el suelo propuesta en la reciente restauración podemos hacernos a la idea de la altura original de este bellísimo y característico elemento arquitectónico.

 

La existencia de una zona ajardinada previa al acceso al edificio en este punto es una de las interesantes hipótesis aportadas por el equipo de arqueólogos tras los trabajos llevados a cabo en la última fase de restauración del templo. Seguramente se trataría de un reducido espacio vallado, similar al que se conserva actualmente donde se encuentra la palmera.

En un primer lugar, situado a los pies de dicha nave, se encuentra un pequeño ábside curvo de ladrillo visto, decorado con pequeños arcos polilobulados enmarcados por alfiz que apoyan sobre columnillas que no llegan al suelo ya que parten de un listel horizontal. Seguido observamos la disposición de la nave lateral hilo con la central formando casi un tejado corrido y único. En este frente se abre una portada arquitrabada y carente de decoración cuya funcionalidad es la salida y entrada de los pasos en las solemnes procesiones de las Hermandades que residen en el templo.

A continuación se disponen los muros perimetrales de la Capilla Sacramental rematados por una linterna de exuberante decoración que contrasta con la sobriedad del resto del edificio.

 

Es de planta octogonal y presenta en cada uno de sus lados un vano de medio punto con sus enjutas decoradas con roleos vegetales.

Estos se flanquean por pilastras corintias sobre las que cabalga un arquitrabe con friso liso y cornisa moldurada sobre la que se asienta al hilo de las pilastras un pequeño pedestal corrido sobre el que se sitúa un flamero. Del centro emerge el cupulín con ocho nervios entre los que se distribuye la decoración de azulejos en blanco y azul, rematándose el conjunto por una escultura de la Fe. Las ventanas de los muros exteriores se muestran decoradas con motivos cerámicos alusivos a la Eucaristía. Los elementos estructurales y decorativos se presentan pintados en almagra mientras que las superficies lisas en tonos crema, lo que acentúa el efecto de movilidad propia del Barroco.

Respecto a la fachada de la cabecera, presenta una superposición de volúmenes extraña, ya que se disponen en escalonamiento en ascenso hacia la nave del Evangelio una serie de nuevas construcciones, dependencias del templo, que rodean el ábside poligonal que sobresale en altura, destacando los canes de la cornisa, su cubrición en tejas y una gran ventana abuhardillada. Además se observa la linterna de la Capilla Sacramental que emerge de forma triangular en equilibrio con la torre situada en el lado opuesto.

La fachada del lado de la Epístola presenta los paramentos lisos de este muro en el que se abre un solo vano de luz a la nave, una portada, la capilla de la Exaltación y la torre. La portada, realizada en ladrillo, cuenta con una estructura simple, presenta un vano apuntado enmarcado por una especie de alfiz.

 

Junto a ella se sitúa la capilla de nuestra Hermandad, adosada a la torre. Sus paramentos están construidos en ladrillo limpio, y en ellos se abren estrechas ventanas, dos a cada lado, enmarcadas por arcos de herradura apuntados con sus alfices y a su vez por una moldura geométrica. La cubierta está formada por una azotea con su pretil en el que se aprecian el volumen de la bóveda.

La torre, está ubicada en el flanco sur de la iglesia, casi a la altura de la cabecera de la nave de la Epístola y anexa a la capilla anterior. Construida con sillares la zona inferior y con ladrillo la superior, es de estilo mudéjar, de planta cuadrangular y consta de dos cuerpos.

El superior se remata con antepecho de almenas dentelladas que ocultan un pequeño cupulino; bajo él se alberga el cuerpo de campanas abierto a cada uno de los cuatro lados por un hueco de herradura apuntado inscrito en su correspondiente alfiz.

El cuerpo inferior o caña es el de mayor tamaño. Está decorado con pequeños ajimeces ornamentales de arcos polilobulados y alfiz; bajo ellos un gran panel con decoración de ataurique dentro del cual se inscribe una pequeña ventana ciega de arco polilobulado en el lado de poniente, y en el flanco sur una pequeña saetera se abre en el centro de un arco de herradura apuntado.

El interior es de machón central, utilizándose en la cubierta del hueco bóvedas esquifadas rectangulares, ochavadas y de arista, formada por dos cañones apuntados, elementos estos que evidencian una construcción del siglo XIV. La caja de escaleras hasta una altura de tres metros es cilíndrica, haciéndose después de sección cuadrada.

ENTORNO Y MORFOLOGÍA URBANA: EL BARRIO DE SANTA CATALINA

Si existe un factor fundamental para reconocer y comprender un edificio es su entorno. Y en este sentido tenemos mucho que saber de Santa Catalina y sus alrededores.

El barrio fue siempre bastante populoso y de tránsito continuo, no sólo por la cercanía de las puertas de la ciudad, sino por encontrarse en los alrededores del templo la alhóndiga del trigo, así como un mercado y numerosos mesones. Además, la iglesia se encuentra al final de una larga calzada que, iniciada en la Puerta de la Macarena, ha servido tradicionalmente de escenario para las entradas de los monarcas en la ciudad, denominándose, por tal hecho, Camino Real.

Aunque la concepción actual del templo es la de un edificio aislado asomado a la gran vía lineal que encadenan las calles Juan de Mesa y Almirante Apodaca, esta realidad, la nuestra, apenas corresponde a un siglo de los más siete de vida del templo. Hasta las primeras décadas del siglo XX Santa Catalina estuvo colmatada en su fachada sur (la de la torre) por construcciones adosadas. Es decir, para llegar desde la plaza de la paja (Ponce de León) hasta San Pedro había que pasar por la actual calle Santa Catalina, frente a la puerta de salida de los pasos, y tomar la calle Alhóndiga por el breve tramo de estrechez que sí ha llegado a nuestros días hasta desembocar en el cruce con la plaza de la Alhóndiga, lo que podríamos llamar la calle Almirante Apodaca.

Este cambio de concepción del edificio fue espacialmente evidente en su franco sur (actual Almirante Apodaca/Juan de Mesa) donde se adosaban numerosas edificaciones.  Se trataban de una serie de dependencias de la parroquia y de varias viviendas que tenían acceso por una calle que, iniciada en la plaza de la Paja (Ponce de León), se prolongaba hasta su unión con la calle Santiago, tal y como se recoge en los planos de la ciudad de fines del XVIII y principios del XIX. 

Otras edificaciones se apoyaban en la iglesia, ocultando incluso parte de la fachada principal.  Delante de ésta, adosado a la fachada mudéjar, existía un pórtico rectangular, parecido al que cobijaba, en la iglesia de San Pedro, la portada de la epístola. En algún momento del siglo XVII, tuvo que ser cerrado, colocándose en el mismo un arco de medio punto decorado «con molduras sencillas… que componen dos medias pilastras con un arquitrabe y un frontón cargado de tres estípites sencillísimos, ornamentación que no es completa, porque la casa que en el atrio insiste (sic) la corta en parte».

No obstante, los planes de ensanche del siglo XX desencadenaron uno de los momentos más importantes en la larga historia del templo. En primer lugar, por el peligro real de desaparición del edificio al interrumpir la línea de trazado del ensanche, algo que la declaración como Monumento Nacional en 1912 consiguió atajar. Sin embargo, la radical transformación del entorno del templo con la apertura de la calle Juan de Mesa y el derribo de las construcciones adosadas supuso un cambio muy agresivo en la tradicional lectura de la iglesia que, tras seiscientos años, pasaba a ser de condición aislada. Esta gran operación urbanística dejó al descubierto una piel hasta el momento oculta de la iglesia, convirtiendo toda una medianera en una fachada, con los consiguientes problemas estructurales resueltos mediante la colocación de la portada gótica procedente de la iglesia de Santa Lucía a modo de contrafuerte. De esta manera, a la vez que su entorno era sometido a duras transformaciones, la iglesia de Santa Catalina sufría un profundo proceso de restauración integral (1923-1930) a cargo del arquitecto Juan Talavera Heredia.

Haz click en el botón para conocer más acerca de la remodelación del tempo a principios del S. XX y la radical transformación de su entorno.

APROXIMACIÓN HISTÓRICA

La última y profunda restauración de la iglesia de Santa Catalina ha servido, además de para sanarla y mejorarla, para descubrir más secretos de su larga vida y de la del barrio.

Nuestro templo, desde sus inicios bajo la advocación de Santa Catalina, aparece en los primeros repartimientos de la ciudad, siendo, por tanto, una de las primeras parroquias que fundara el entonces Arzobispo don Remondo de Losada tras la conquista de la ciudad de Sevilla.

No obstante, el actual edificio no es exactamente ése de mediados del siglo XIII, pues quedó destruido por un gran terremoto que arrasó la ciudad en el siglo XIV. Bajo los cimientos de la actual iglesia de Santa Catalina se conserva la huella del primer templo católico (siglo XIII), aquel que Fernando III mandó construir al tomar la ciudad de Isbilya. Del mismo solo se conserva la estructura muraria a los pies de la iglesia, los muros de la epístola y del Evangelio y la cabecera.

El sorprendente descubrimiento durante el último proceso de restauración de un fragmento de un fresco en el que se representa a San Pedro, fechado en el último tercio del siglo XIII y por tanto de los más antiguos de la ciudad, confirma la antigüedad del muro del Evangelio.

Estos hallazgos arqueológicos recientes nos hablan de una iglesia primitiva más pequeña, posiblemente con arcos de herradura similares al conservado en la entrada de la actual. Precisamente en el antiquísimo muro donde se han hallado los frescos del siglo XIII podemos encontrar una posible aclaración a esa hipótesis. Asomándonos al compás que existe entre la puerta de salida de los pasos a la calle y la interior que conecta con la iglesia apreciamos claramente un gran arco de herradura partido por la apertura del actual dintel rectangular más alto y amplio. La razón de esa mutilación del arco la encontramos en el propio nombre con el que de manera coloquial y habitual nos referimos a esta puerta: en documentos de finales del siglo XVI el mayordomo de la propia cofradía firma que «es notorio el paso de dicha cofradía que es nuebo salió tan grande que estamos achicándolo y los gastos son muchos».

ARQUEOLOGÍA: ANTES DEL TEMPLO CATÓLICO

La historia de este lugar sagrado que amamos y admiramos es mucho más larga y extensa en el tiempo. Debemos ser conscientes de que habitamos diariamente un espacio en continua actividad constructiva desde hace dos mil años a lo largo de las diferentes etapas históricas. Mucho antes de que se edificara la primera iglesia de Santa Catalina en el siglo XIII esta zona al oeste de la ciudad ya había escrito varias páginas de su vida.

De ello ha dado buena cuenta el gran trabajo arqueológico que en la última restauración del templo se ha llevado a cabo y que ha desenterrado grandes incógnitas acerca del pasado de Santa Catalina y propuesto interesantísimas conclusiones e hipótesis. Se ha procedido a la excavación de una cripta arqueológica de tres metros de profundidad –hasta los seis metros en algún punto determinado- en toda la superficie de la iglesia que ha dejado al descubierto la vida de este lugar en las diferentes civilizaciones y épocas históricas.

Así hemos visto aparecer ante nuestros ojos la cimentación de los pilares del ya mencionado templo del siglo XIII, además de numerosos restos islámicos correspondientes a diferentes períodos. Los expertos coinciden en la posibilidad de que existiera un oratorio musulmán en época almohade. Bajo estos restos el equipo de arqueólogos también ha encontrado enterramientos visigodos, por lo que suponemos fue zona sagrada antes incluso de la etapa islámica.

En definitiva, los trabajos arqueológicos desarrollados en el subsuelo de Santa Catalina han colaborado en esclarecer la historia más antigua de nuestra ciudad y evidenciado la complejidad que subyace bajo su núcleo urbano en general y bajo el sector oeste ocupado por el barrio de Santa Catalina en particular. Y sobretodo han confirmado el carácter sagrado de este lugar desde hace más de catorce siglos. En todo este proceso ha sido fundamental el uso de la tecnología a través del levantamiento mediante scanner y la fotografía aérea por dron.

Finalizados los trabajos arqueológicos se evidenciaba la necesidad de exponer y conservar sus magníficos resultados y con ello la problemática constructiva y estructural de ejecutar el suelo del templo manteniendo el vaciado completo de la cripta arqueológica bajo el mismo. La solución ha pasado por la construcción de una losa nervada de hormigón armado y fibras de poliprofileno que va apoyada mediante anillos (taladrados por bulones metálicos de acero) en las zapatas de ladrillo que cimientan los pilares del templo y también en el muro perimetral existente. Esta gran operación no solo sirve para apoyar en la estructura preexistente del templo el nuevo forjado de suelo, sino que también comprime y arriostra los pilares del templo mejorando su estabilidad estructural.

Otro gran reto constructivo ha sido darle solución al evidente problema de humedades que presentaban los muros del templo. La ejecución de una gran cámara bufa de dos metros alrededor del mismo permite la ventilación de los paramentos verticales liberándolos en cierta medida. Igualmente favorece la aireación de la cripta arqueológica. La cámara bufa se sustenta mediante bóvedas invertidas de fábrica de ladrillo a modo de arbotantes sobre las que se ha ejecutado un forjado del chapa colaborante. Si caminamos por el perímetro exterior de la iglesia podemos percatarnos de las troneras, pequeños huecos con rejillas, que asoman al pavimento de la acera y a través de las que respira la cámara bufa.