De nuestro Hermano Mayor: el Quinario

Los primeros días de Febrero cuando nos acercamos a Santa Catalina, vemos su puerta ojival abierta y con un encuadre que parece que forma parte del propio conjunto arquitectónico, un altar con cirios encendidos alumbrando un calvario presidido por el Cristo de la Exaltación, a sus pies Nuestra Madre de las Lágrimas. A todos nos parece hermoso, belleza de un aparato efímero que durante unos días lo podremos contemplar quedando grabado en nuestras retinas este majestuoso altar de Quinario.


Nos podremos preguntar el por qué y el para qué de este montaje. Las respuestas que podremos dar sólo lo sabremos cada uno, podremos decir que repetimos un año más el rito heredado, que cumplimos fielmente con el mandato establecido en nuestras Reglas, que es el momento de ver a un hermano, de una petición, de una acción de gracias… Todos los argumentos que tengamos son válidos. Lo importante que el Señor te ha llamado, lo has escuchado y vas al Quinario a participar de la Eucaristía.


La Función Principal de nuestra Archicofradía será el broche de oro a nuestro Quinario, día grande en Santa Catalina, mañana de reencuentros, de fijar la mirada en el Cristo de la Exaltación buscando en la suya la que nos falta, la que nos ha acompañado durante tantos años en esa procesión que año tras año nos acerca al presbiterio para que confesemos, prometemos y juremos todos los dogmas de nuestra fe, acto que nos compromete a dar testimonio con nuestra vida del Evangelio, a ser peregrinos de esperanza, a convertirnos en discípulos misioneros como nos dice el Papa Francisco en la exhortación Evangelii Gaudium.


“ Cristo a pesar de su condición divina se despojó de su rango actuando como un hombre cualquiera “, y así lo veremos cercano a nosotros en el Besapie, esperando ese acto de amor y de humildad con nuestros besos a sus divinos pies.

Cada uno tendremos nuestras intenciones para este Quinario, no nos olvidemos de pedir por la paz en el mundo, y por los destinatarios de nuestras Obras Asistenciales muy especialmente por aquellos que les falta lo indispensable para vivir dignamente, por los Niños de San Juan de Dios y por los trasplantados y donantes de médula ósea.


Que estos días de Oración nos sirvan para como nos dice nuestro Arzobispo “ tener una experiencia del amor de Dios para ser discípulos y misioneros “ caminando en esperanza.

José García Rufo.
Hermano Mayor.
Febrero 2.025.