El cartel de Jesús Zurita

El pasado día 3 de marzo conocíamos el cartel que el artista Jesús Zurita Villa ha pintado para anunciar el III Centenario de la Capilla Sacramental de Santa Catalina, una auténtica catequesis pictórica que refuerza su profundo mensaje con multitud de matices y detalles que la enriquecen hasta niveles muy elevados.

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Os invitamos a conocer el cartel en mayor profundidad gracias a la descripción que el propio artista realiza de su obra acompañada de preciosas fotografías en detalle de la misma.

Un retablo vivo

El cartel conmemorativo del III Centenario de la Capilla Sacramental de Santa Catalina se articula en torno al retablo principal de la capilla, interpretándolo para ofrecer un análisis un tanto caprichoso de su composición formal e iconográfica. Caprichoso en apariencia, meditado en lo profundo.

Un retablo es una puerta abierta a la trascendencia, un arco triunfal, una ventana al paraíso, la materialización del deseo de eternidad en la tierra, la voluntad de construir un espacio material sin espacio ni dimensión, pero con la profundidad de lo espiritual. En este caso que nos ocupa, a esta base conceptual se le ha querido añadir una idea: la de la vida.

El cartel visualiza un retablo vivo, en el que los santos – San Sebastián y Santa Rufina, salen del hueco de sus hornacinas para para cobrar vida y movimiento bajo el pabellón regio que cobija la Imagen de la Inmaculada, que se alza y sobredimensiona para reafirmarse como primer Sagrario, que resplandece, por ello, coronada de sol y estrellas. Para redundar en la idea de vida las ropas de las imágenes florecen, también para aludir a la idea de paraíso prometido que deviene del Árbol de la Vida que se alza en el fondo izquierdo del retablo. Las espigas, símbolo eucarístico, surgen por todo el perímetro del retablo, igualmente para insistir en la misma idea de palabra viva, manifestación viva, presencia real y verdadera de Cristo en la Eucaristía.

La luz

Elemento importante en el lenguaje barroco que se ha querido plasmar en este cartel es el de la luz, que aparece en el sol que hace de María un manifestador, en el fuego que arde en el fondo para representar la manifestación de Dios a Moisés en la zarza que arde y no se consume; presencia importante tienen también las estrellas, que plantean la idea de destino, de eternidad e inmensidad. Además todo el conjunto surge de una bruma dorada, que viene a representar el tránsito del concepto a la forma, la materialización de lo espiritual, por ello en la parte izquierda aparece un plano alzado de la iglesia de Santa Catalina.

El Barroco: un lenguaje vigente

Todo esto podría resumirse en la idea de seguir entendiendo el Barroco no como un estilo pasado, sino como un lenguaje de plena vigencia en el presente tanto en cuanto es el mejor idioma para hablar de cosas tan importantes como el misterio, el asombro, la maravilla o lo sublime.

Lo barroco, en otros lugares se define como la lucha entre lo lleno y lo hueco, entre el vacío y la plenitud, una amalgama de elementos, aquí es más fácil, es una especie de caos de marcada armonía. Sevilla le da sentido a todas sus cosas porque es capaz de vivirlas, y vivir no es otra cosa que sentir, aquí la belleza no es que se vea, es que se siente.

La diferencia sustancial de Sevilla con el resto del mundo en lo relativo al  Barroco -y a otras muchas cosas más- es que aquí el Barroco se vive. Templos, capillas, plazas, retablos, ornamentos y demás cosas barrocas haberlas las hay en muchos lugares, se visitan, se usan y pueden tener mucha importancia en la vida de las ciudades, pero no se viven como se viven en Sevilla, donde el barroco forma parte indeleble de la vida, precisamente porque lo que en otros lares en contradicción en Sevilla es misterio, lo que pudiera entenderse como incoherencias aquí son, simple y llanamente, recursos poéticos.

Me refiero constantemente a Sevilla porque hablar de la Hermandad de la Exaltación a través de Sevilla es lo mismo, ni el de pontificia, ni el de real ni, ser muy ilustre, el mejor título que adorna a esta hermandad lo lleva inscrito en su propio nombre: Exaltación de Sevilla, y eso es: una auténtica exaltación, una glorificación, una alabanza, un elogio a Sevilla, a su identidad, a su historia, a su pulso, a su emoción, a su alma.